Llama enormemente mi atención a
aquellas personas, hombres y mujeres, que hablan de la violencia como una
imagen amplificada de los medios de comunicación y por un particular e
insignificante grupo de “feminazis”. Debo reconocer que hay cierto grupo de personas,
hombres y mujeres, bastantes extremistas y tienen una postura muy intransigente
respecto al tema, pero eso no me hace negar que realmente exista, y es tan
cotidiano que lo hemos normalizado al extremo y hasta nos reímos de eso. Cuando era niña, más de alguna vez me tocó
ser partícipe de acciones asquerosas de hombres hacia mí. El primer chico con
el que interactué fue bastante “lanzado” como es tradicionalmente conocido, y
no dudó un minuto en acorralarme y besarme a la fuerza mientras me manoseaba. “Qué
vergüenza”, pensé. Me aseguré de jamás quedarme a solas otra vez con él, pero
nunca se lo dije a nadie. Luego en el colegio de chicas y católico, un profesor
nos miraba constantemente y se hacía notar con algunas chicas haciéndose el
lindo, pero que yo sepa, nunca dijimos nada.
Cuando ya estaba en la
universidad, un profesor acosó y hasta manoseo a una compañera, asegurando que
de esa forma le iría bien en el examen. Ella lo denunció a la rectoría, y él la
llamó loca, exagerada, que era un mal entendido. Finalmente lo sacaron de la
universidad, después de estudiar el caso, claro. En esa misma época, un
compañero me pidió que lo acompañara a sacar unas impresiones, y de pronto con
fuerza desvío mi camino y me encerró en una sala donde quiso obligarme a tener
intimidad con él. El me aseguró que lo había provocado, que me lo había
buscado, y como pude me libré de él y bajé corriendo muerta de miedo y vergüenza. A una semana de lo ocurrido me habló y me preguntó “¿Por qué tan distante?, y sin
miedo le dije, ¡Ey, te parece poco lo que hiciste, debí denunciarte!, y él,
campante me dijo “Qué exagerada, no pasó nada. Y por cierto te habría gustado”.
Me dejó sin palabras, y nuevamente lo callé. No le dije a nadie porque temía
que no me creyeran o que simplemente me encontrarán tan exagerada como ese
chico.
Al año inicié una relación con un
muchacho, extranjero, que fue mi primera pareja. El inicio fue increíble, él me
cuidaba y me aseguraba que nadie me cuidaría mejor que él. Qué nadie me querría
como él, pero a los seis meses comenzó a agredirme. Primero psicológicamente,
luego me apretaba los brazos con firmeza y me presionaba contra la muralla, me
dejó muchos moretones en mis brazos y piernas. Me inculcó mucho miedo, y me
llenó de inseguridades. En los tres años
de relación, bajé de peso considerablemente, comenzaron mis crisis de pánico y
se incrementaron mis miedos al mundo. Me aislé completamente, no compartía con
nadie, incluso me distancie de mi familia. Todo lo que él me pedía, me sentía
en la obligación de obedecer. Muchas veces lo encontré saliendo con otras
chicas mientras éramos pareja. Encontré fotos de sus parejas anteriores desnudas.
Una de ellas me contactó meses antes de terminar y me dijo que él le hizo el
mismo daño que ahora me lo hacía a mí. Que debía alejarme de él antes de que fuera
tarde. Pero ¿cómo? No sé cómo, no tengo a nadie con quien hablar, compartimos
el mismo espacio físico, nos vemos constantemente y el ejercía un poder sobre
mí impensado. Este cuestionamiento surgió a la par con el cierre de mi ciclo
académico, ese año terminaba mi carrera y nunca más pisaría el mismo lugar que
él. “¡Claro, ahí está! Esta es la vía de escape para huir.” A los meses, cerré
ese círculo. Eso creí en ese momento, pero sin embargo durante los próximos 14
meses se encargó de hackear mis cuentas de mail y redes sociales, habló con mis
contactos haciéndose pasar por mí para distanciarlos, siguió cada uno de mis
pasos, y se encargó de atormentarme constantemente diciéndome “Me dejaste, me
hiciste daño, te necesito, cambiaré. Te amo como nadie lo hará”. No lo escuché.
Uno de sus amigos me advirtió que él se había apropiado de mis cuentas, él
tenía tanto miedo como yo de las consecuencias que podría tener ese acto de
buena fe. Al enterarme, me reuní con mi
ex y le dije que sabía todo. “¿Por qué lo haces, tú y yo no tenemos nada que
ver?”… él se río de mí y me dijo “Tú eres mía, tengo todo el derecho de saber
con quién hablas, te juntas y haces. Eres mía y hago lo que quiero.” Hace un
año y meses había acabado todo y él seguí diciendo eso. “No soy tuya, no soy de
nadie, soy mía. Y si continuas así, te denunciaré a la PDI”. Intentó convencerme, pero lo rechacé y dije adiós. Eso fue un 30
de noviembre, él me siguió molestando hasta marzo del año siguiente. Recién ese año pude hablarlo con mi mamá. Con
mi hermano. Me cuestionaron todo, y que yo prácticamente me lo busqué. Luego
recibí un abrazo. Mi actual pareja ha
recibido todo lo que “arrojó la ola de vuelta”, todos mis miedos, crisis y
angustias las ha contenido él. Me ha ayudado a curar mis heridas y a creer que
soy un poco menos patética que ayer.
En diciembre del 2015, fui a
curar mi fobia a las polillas, y descubrí que todo mi miedo provenía de ese
hecho. De mi experiencia brutal con ese hombre. He vuelto a llorar por eso, sí. Descubrí que
la herida aún no está cerrada, pero por lo menos todos los días estoy sacando
el pus que quedó dentro. Ya han pasado 6 años de eso, y aún me estoy curando,
sin embargo todos los días reflexiono respecto a eso. En la micro un hombre te
toca y te sigue dando vergüenza, sabiendo que eso está mal. Un grupo de viejos
te dice cosas de connotación sexual, y al enfrentarlos ellos te amenzan con los
puños.
Muchos me dicen que soy
extremista, este es mi motivo. No soporto la violencia de ninguna manera, y
este es el motivo. Y me duele constantemente ver que todo lo que me ha tocado
ver y vivir sea considerado normal. Me
arrepiento no haber denunciado, y detesto que mi entorno simplemente haya dicho
“es problema de ella”. Yo no soy un
número más en la lista de femicidios, gracias a dios no pasó, pero porque debemos
esperar a que ocurra para reaccionar. Jamás he dicho que la vida de una mujer
sea más importante que la de un hombre, niño, anciano o animal, pero hoy tengo
miedo de salir a la calle y enfrentar a un hombre que me diga cosas
groseras. ¿Por qué debo vivir con más
miedo que el común, caminar por la noche por un simple vestido? ¿Por qué debe
ser normal que debamos aguantar las cosas que nos vulneran? ¿Por qué debemos
ser frágiles porque el sistema lo dice? ¿Por qué debemos educar a las chicas a
tener miedo, a cuidarse de los hombres?
Créeme, yo no quise estar en
todas esas situaciones, no las provoqué, y de todas formas me siento asqueada
de eso. No quiero más violencia, más
muerte, y hoy grito por las mujeres, porque a mí me pasó y no tuve quién gritara
por mí. Ni una más, que sea acosada,
agredida, violentada; Ni una menos, que por ignorar lo anterior, murió en manos
de un hombre que lamentablemente, nosotras mismas educamos.