jueves, marzo 26

Tu y la playa

Me recuerdas... soy yo quien se empapaba de lluvia en la noche.  Quien jugaba a la escondida en los pasillos de la casa de madera, y que en cada paso crujía, acusando mi sitio.  Esa risa contagiosa que se paseaba por las habitaciones vacías y en penumbras.  Y es que en ese cuarto, en esa casa, no había nadie, ni siquiera estaba yo.

Allí está esa casa simple pero acogedora, a metros de la plaza, con su color turquesa y blanco. Sus ventanas blancas, de madera, vibrantes al viento.  Dos pisos de historia e inspiración colonial, rodeada de árboles y plantas que se abren paso entre los espacios de su balcón. 

Su interior parece equilibrada,  su comedor está en un rincón iluminado y fresco, sus sillones están juntos entre si, y sólo pasando entre ellos puedes llegar a la cocina.   En el camino encuentras la escalera para llegar al segundo piso y sus dos habitaciones, también a su baño.  El otro baño está bajo la escalera. 

Te recuerdo la casa, porque solo así podrás recordar los rincones que usamos, los espacios que sirvieron como escenario para los actos más vulgares. Aunque era invierno, no tuvimos problema en andar desnudos por todas partes, en salir a mojarnos con la lluvia, para luego hacer lo nuestro.  

Lo hago para que recuerdes como me ubicabas frente a la mesa del comedor, y me cogías por atrás con tanta fuerza, que mis muslos quedaron marcados con el borde del comedor. Que tirabas mi pelo mientras lo hacías y luego te detenías aferrándote a mi cuerpo antes de acabar.  Siempre hacíamos pausas antes de cambiar de pose o lugar, sino imposible aguantar tanto deseo.  Allí, agitados junto a la mesa, nos reíamos cómplices, mientras lamía tu sudor como si fuera agua fresca. Me respirabas profundo, y me susurrabas palabras sucias al oído. No podía evitarlo, necesitaba apretar tu cuerpo, enganchar mis uñas en tu espalda y dejarte marcas largas y poco profundas.  Rápidamente cambiamos posiciones y sobre la mesa me seguiste follando, mientras toda la mesa temblaba a tu ritmo.  Mi cuerpo caliente se pegaba a la superficie, y sonaba el despegue de mi piel de vez en cuando.   La casa completa reverberaba con mis gemidos y tu esfuerzo ardiente.   ¿Me logras recordar?

Quizás recuerdes los sillones, como cada uno quedo empapado en sudor y deseo consumado, en cómo usamos hasta los respaldos para encontrar la ubicación perfecta. Para que entrara profundo tu aliento, y se quedara en mi el tiempo necesario. Y así y todo, preferimos tenerte finalmente esparciendo tu ser completo, en espasmos calientes sobre mi cuerpo, mis pechos brillantes y salpicados incorrectamente de blanco, gotas que bajaban por mi cuerpo, y que decidí limpiarlas con mis manos agotadas de placer, lentamente en mi boca gustosa, mi lengua te saboreo tanto como mi cuerpo, tanto como mi sexo.  ¿Ahora me recuerdas?

Las camas eran un escenario diferente, eran el encuentro matutino y deshonesto; en los dos día que estuvimos allí, abusamos de cada cama hasta volverlas débiles mientras nos volvíamos fuertes. Me gustaba la forma en que recorrías mi cuello con tu boca, mientras levantabas mi espalda, estaba tan entregada como las sábanas que caían de la cama, derretida entre el calor y la libido, entre la suavidad de tus labios y tu dureza masculina, entre la luz del alba y las sombras que aún guardaba la noche.  Así recibimos las mañanas, antes de que el sol saliera hasta cuando se posaba recto sobre la casa.  ¿Ya te hiciste una idea de quién soy?

Las duchas largas quizás... eso quizás si recuerdes,  el golpeteo de mis nalgas, el sonido resbaladizo de los azulejos, la espuma que caía por la espalda, mis labios mordiéndote, tu pelo mojado pegado a tu cara, esas pupilas dilatadas, esa nariz exasperada por inhalar más aire, la boca abierta a recibir todo, mis pezones duros con tus dedos apretándolos, el olor a manzanilla del shampoo o quizás a granada del bálsamo. Era dulce, eso recuerdo, que te gustaba como quedaba en mi piel. Como le daba vida a mis tatuajes, como quedaba impregnado en mi, hasta los lugares mas secretos. Lo descubrías siempre después de recorrerme con tus dedos, cuando tu lengua se volvía curiosa.

Si aún no me recuerdas, tranquilo, te llevaré a la cocina dónde no solo nos encontramos por primera vez y casi por error, sino donde mezclamos el azúcar y la sal, el agua y el aceite, el efecto narcótico y las intenciones secretas, la atracción de siempre y el cariño; eso a veces es fácil de confundir. Pero tranquilo, así como entre nosotros nunca fue amor de aquel, en esa cocina no solo fue sexo, fueron comidas juntos, preparaciones y conversaciones, risas y abrazos, llantos y contenciones, abrigo y frescor.  Si, el sexo no fue ligero, sin cuestionamientos y errores, los primeros  encuentros fueron culposos, y sin embargo no pudimos parar hasta el día del regreso.  Así somos, no lo cuestiono, no lo busco, no lo preparo, tampoco lo evito, sólo lo disfruto.  

¿Ya me recordaste?
¿Recordaste mi pelo ensortijado, mis curvas, mis pechos, mis nalgas, mi sonrisa, mis gemidos? ¿Quizás mi olor, mi sabor, mi color?

Esto me ha resultado difícil entonces, si aún no me recuerdas. Entre tanta descripción me he estimulado, te he recordado tocándome, contrayendo mi cuerpo con cada orgasmo, mordiendo mi labio inferior hasta hincharse, hasta mojarme y humedecer mi cama. Y sin embargo nada... 

No te puedo contar nada del balcón, esa vez nos quedó pendiente. Podríamos usarlo, aún existimos, aún somos lo que somos, aún existe esa playa, esa casa de madera, aún tenemos nuestros cuerpos y las ganas. 
La casa aún está vacía, aún están los gemidos retumbándola, la humedad de nosotros, el aroma a sexo, los platos puestos y el balcón cubierto de plantas que lo escalan.   Y aunque la casa ya no es tan turquesa y sus bordes tan blancos y los vidrios de las ventanas están sucios, el interior un poco más viejo, hay polvo a la entrada y las bisagras de las puertas están oxidadas por la brisa del mar, aún nos tenemos a nosotros para hacer nuevos recuerdos, o para recordar los que ya teníamos.  Si no quieres recordar nada, volvamos al mar, a la playa, ahí nunca estuvimos y están bello que ni siquiera me recordarás a mi, serás tu y la playa.




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