...Porque sigo con la misma pena desde el jueves, aunque el camino se ha llenado de rinconcitos de luz, sigo con la misma pena desde el jueves.
Imagíname allí, sentada en una sala enorme con miles de caras, casi todas desconocidas. Sentada allí esperando que la función comience, extasiada con el solo hecho de pensar en verlos. Y listo, las luces se apagaron y comencé el viaje más triste que hace mucho no realizaba, allí sentada sola, entre esa historia por narrarse y yo. Llegué a 1889, en Chile, cuando se llevaban a esos nativos tan lejos de sus nidos, los vi pude entrar por los pasillos del barco, donde ellos iban atrapados en jaulas de animales, esas personas de piel humana, con caras de terror e inseguridad, yo los vi, y los vi morir frente a mis ojos, y vi a esos franceses burlarse de ellos y abusar de su ignorancia europea, más los indigenas nunca se burlaron de la ignorancia a la vida que esos hombres poseían. Vi como dos llegaron a Francia, y como se aferraron a la vida, una vida cruda que el Gobierno de Chile y Europa le ofrecieron sin consultar. Indiscriminadamente, ellos y los otros aborígenes se aferraron a sus deseos de volver a su raíz. Mientras la Patagonia reclamaba a sus hijos, sus herederos y creadores de vida; allá en Europa, la gente los observaba como pobres animales de zoológico, y yo los vi, los vi aterrados, sin poder hacer nada.
Vi como gente se apiado de ellos, pero como eso no sirve de nada frente al poder y la ambición. Vi como mi sangre se enfermaba y se destruía cada vez que uno de ellos se enfermaba o moría, como desaparecía del firmamento físico, y como lejos de su tierra pasaban a ser alma. Y no pude hacer nada, porque todo parecía una pesadilla, y porque cuando quise que ese sueño terminara feliz, cuando ellos me dieron la opción de jugar con la esperanza y ver su liberación y dicha al llegar a la Patagonia; todo se desploma a mis pies, y veo morir mi sangre por completo, mi raíz, mi origen, mi inicio en un lugar de tierras desconocidas, y como frente al frío de Europa, el cuerpo del Extranjero, el último Hain, desaparece como si fuera un escombro, una basura, algo que la gente ya no quiere usar, que ya no le sirve.
Entonces... en frío, y con el más puro dolor que llevo dentro, me cuestiono... y concluyo ¿Qué cambio puedo buscar, si venimos de historias así? ¿Qué amor a la Patria puedo crear, si el amor nunca existió en mi pasado? ¿Cómo puedo exigir integración y no discriminación, si somos fruto de ello? ¿Cómo me puedo quedar inmóvil, cuando algo de siglos sigue ocurriendo hoy?
Me duele el pecho... otra vez quiero llorar.
domingo, noviembre 13
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Triatlón
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