viernes, diciembre 24

Vestirme hace mal

Marché por las calles de Santiago, en tumultos de personas que corrían por obtener el mejor regalo de navidad. Muchos otros buscaron entre las piernas de los demás, algún pequeño detalle que pudiera conmover el gesto noble de un niño que con el transcurso de los años, lo corromperá hasta creer que el sentido de la fiesta es comprar el mejor obsequio.  Allí estaba yo, haciendo algo similar, buscando el presente que alguien le quiera regalar al pequeño noble de mi familia. En mi camino, comencé por recorrer los lugares mas reconocidos por la criolla tradición de los juguetes y disfraces de Rosas. Luego me fui a las calles menos deseadas de los fisgones y arrogantes. Bandera, el paraíso de la ropa de segunda mano tenía la respuesta mi búsqueda. Conseguí lo que buscaba y comencé mi viaje de retorno, pase a un baño escondido y oriné por 150 pesos chilenos.  Hoy supe cuanto valía mi orina.
Pasé fuera de una iglesia y quise llevar flores a mi protectora, pero siempre me recuerdan la muerte.  Luego vi a los cantantes dentro de carritos de supermercados cantando con un amplificador mágico y generando atmósferas en un día casi soleado.  Vi un hombre queriendo comer un lápiz.  y encontré las zapatillas que tanto añoraba.   Como es de costumbre me quede arriba de un edificio alto, mirando el Snta. Lucia, mientras me veía pasar con el amor de aquellos años.  Seguí mirando el cerro mientras mi cuerpo se alejaba de la ventana y me imaginaba la historia.  Como siempre el numero de mi zapatilla no estaba disponible, detesto el rosado, y me gusta que sean neutrales.  Llegue a la parada de buses y ella, la que subió después, me miro el camino... todo un camino me miro de reojo y otro invento en mi cara para retomar a cada rato nuestro choque de ojos.   Sentí que le gustaba, que me coqueteaba descaradamente, yo la deje pasar.  Era linda.

Me hace mal vestirme, pero más mal a otros en aguantar que me vistan.  Mi pieza huele a velorio con las flores allí en mi balcón. Prefirieron el Snta. Lucia y las canciones en mi propio árbol de Araucaria.  No le veo sentido a la navidad, pero igual hago regalos.  Soy la noble transformada.

2 comentarios:

A. von Thronstahl dijo...

Algo tiene el Santa Lucia, deben ser sus cavernas encantadas de fantasmas o el sexo descarado de los adolecentes o quizás simplemente que haya sido el lugar de fundación de mi odiado Santiago

Gabgab dijo...

La última vez que fui al Santa Lucía subí a lo mas alto y me dio un calambre terrible en una pierna. Me senté por ahí, saque un lápiz grafito de mi mochila y escribí sobre un muro mi secreto más terrible en ese entonces, luego se me cayeron solas las lagrimas. Es un lugar raro si vas solo.

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