lunes, octubre 18

De armadillo y Rosa

Ayer salí a pasear en mi armadillo, mis pies muletas, dejaron rastros en el asfalto seco de una costa desierta. Mientras el metro pasaba rondando las siluetas subterráneas, otros pocos gritaban de euforia palabras siniestras.  Mi armadillo seguía a mi lado. Creo que sobre volé la zona sublingual cuando se perdió mi impaciente pérdida. Y de la nada, la imagen transfigurada de la narración equivocada se acercó amenazante de cariño. Estoy en el sitio, mientras mi armadillo se deja domar.  Nos aventuramos en la noche de claros soles y ordenamos lo mismo de siempre.  Gestos de redención marcaban la nota exacta que darían los pasos luego de la magullada vicisitud.  Sabiendo perfecta mente la resonancia de los huesos, se adentraron los sesos en el algodón de azúcar que se encuentra después de la llave.  Reposado el cabello, las rimadas de los arboles gritaron lo que estaba pasando, y mientras el reloj volvía atrás, los pasos y el tiempo iban hacia adelante. Así pasaron los segundos de las horas mas largas  y plenas, y como en viejas postales quedaron las mejores impresiones.  Luego de repetir la filigrana, se escucharon burbujas y sutilezas bellas.  Luego tomé mi armadillo, las prendas que lo protegían y me fui a recorrer una vez más las costas secas del mar de asfalto.

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