jueves, mayo 27

Un piropo

Me volví sorda en un asiento de silencio. La ciudad estaba muda mientras los globos de cumpleaños festejaban el natalicio de la que oía. Mi pies de hielo sirvieron para helar la bebida del gigante de la colina, y mientras él bebía, yo me amarraba con su lengua y mascullaba mis manos en sus dientes.

Creo que he caído en la cama de hojas sepia. Creo que aterrizó mi húmedo pelo en un puñal de algodón y plástico. Me falto soplar las velitas, escuchar el cantito, ese abrazo o beso. Este fue el festejo mas triste. No tuve ganas de salir, hablar, reír o correr. Quería chocolate. Me teñiré el pelo como fue otra vez y volveré a mi silla.

Creo que los ojos verdes resaltan más en otoño. Quiero que me llenen de piropos. Creo que carezco de lo que antes repudiaba: Los halagos.

1 comentario:

A. von Thronstahl dijo...

Los halagos muchas veces son plañidos para obtener algo. Interes e interes.

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