Cuando veo lo distinta que me siento de las otras, comprendo el motivo de todo. No soy de perfección grandilocuente, mis pechos son pequeños, soy flaca y deslavada. No tengo sabor. Soy de piel paliducha, parezco enferma. Debo decir también que me carga usar tacos, soy más alta que el promedio de las mujeres y casi igual a la de los hombres. Mi pelo no es tan dócil como quisiera, mi piel es sensible. Pero lo peor no queda allí, por estudiar teatro, piensan que actuó toda la vida, creen que puedo hacer todo. La verdad, no sé seducir, no sé ser buena pareja, no sé ser buena amiga, menos sé ser buena hija. no sé ser firme, no sé decir las cosas, no sé guardar silencio, no sé sentir, pienso mucho. Soy poco femenina, no me gusta el rosado, soy muy confiada, no sé provocar incertidumbre, no sé conquistar a mis parejas, no sé como ocultar la pena, tengo la autoestima por el suelo, no creo en mi, me da miedo la adrenalina, no me atrevo a salir, no sé manejar, no sé mantener una casa, no sé de computación, no sé de música, no sé de arte, no sé de libros, soy influenciable, me entrego mucho, me cuesta disfrutar... y cuando estoy así, con unas inmensas ganas de llorar, pero te controlas, es lógico que las lágrimas rueden por tu cara... y en serio trato de mantener la temple, trato de respirar, pero soy alérgica y un poco asmática, mi espalda es fea, mi postura es chueca, no aprovecho mi porte, no me saco partido. Tengo tantas ganas de salir a caminar al Parque Bustamante para llorar tranquila, eso es malo, suelo llorar no me importa el lugar. Algunos piensan que soy suicida, otros que soy amargada, la mayoría que soy fome. No sé tomar, no sé fumar, no sé drogarme, no sé tener sexo, no sé como haré el amor. Me gusta el negro, y a veces parezco hombre. Tengo mis manos y pies helados, no me gustan los interiores de animales, ni los mariscos, algunos vegetales, evito cosas dulces porque no me gustan. Se me nota mucho cuando lloro... y justo ahora no se me puede notar.
Acabo de hablar con el jefe, y es cuando sirve estudiar teatro, finges que nada pasa. No sé seducir.... nunca tengo tiempo, no sé vestirme bien, no me gustan las joyas, los peluches y el maquillaje... No sé seducir...No sé mostrarme firme frente a un problema, dejo que me pasen ha llevar. Estoy segura que no soy la persona más linda de la tierra, lo sé y jamás me he complicado por ello, jamás me he valorado la verdad. Pero sin embargo, he aprendido a vivir con ello siempre, y me esfuerzo por mejorar para ser mejor y sentirme mejor conmigo misma, pero lo que no logro comprender es porque me duele tanto una frase teñida de enojo que sabiendo que era así, no esperaba que me lo dijeran... No sé seducir, no sé provocar a.... porque duele tanto, porque... siendo y sintiendo mucho, creo que cada vez son más profundas las palabras... porque no sólo sentir.... porque siempre soy cuestionada. Por que no aguanto las ganas de llorar para la noche... alguna noche o algún parque que no sea muy transitado.
En un día, así como este, logré ver una película con poca energía. Un festival mediocre, un hombre con sentido del humor, vi también a un chico con el que se puede conversar de cosas sinceras y sin ... tú sabes. En un día así, me vestí pero tuve frío, hablé con quien más quiero una y dos veces... y siempre como si fuera la primera vez.
En un día así vi muchas cosas en Youtube, desee que se fueran, hoy tuve ganas de cortarme el pelo muy cortito. Hoy saludé a una persona en el banco y "le metí" conversa. Hoy me saludaron y me preguntaron quien era. Hoy hicieron un buen gesto por mi. Hoy me morí de hambre.
...Pero saben, no cualquiera, sino uno en especial. Cuando hay mezcla de cosas, se confunden, y si. Aprovechar la instancia solitaria de un caracol para acordonarlo con la carencia, remplazando con suavidad, es justo, cuando estás solo; no es justo cuando hay otro caracol esperando. Dicen que las mariposas son lindas, atractivas, cautivantes, y que se llevan de maravilla con las flores, pero a veces no es sólo eso lo necesario. Sé que hay varios que creen, me debo revolcar en la espesura, pero cuando hay algo que no te deja, es por algo.
Está su figura constante, su aliento, su tibio tacto... que en otro no aparece aunque se parezca. No está esa boca deseada ni el dulzor del café con leche Neozelandessa... Ese delicado toque a Marlboro cuando besa y su olvidado sabor a alcohol. Su apretón y sus jugarretas no están en ninguna parte, en nadie, no ahora y no sé cuando en otro. Creo que nunca, por eso es especial.
Cuando descubres que nada se le compara se vuelve a cosa más mágica del mundo. Y quieres dar lo mejor para con él. Pero lo principal, te descubre que eres un ser magnífico que siempre vivió en ti, y se abrió por completo con él.
Voy a vomitar hasta que me vacíe de nada y me llene de todo. Para cuando esté vacía, tú estarás acá para llenar otra vez mi panza con necedades que ahora son perfectas.
Quiero vomitarlo todo hasta sacarte de mi, bulto abstracto; vomitar hasta saciar mi sed.
Para comenzar, lavo mis manos, las meto en mi boca y con mi cara proyectada al retrete... Exhalo.
Por la puta, vómito de mierda, sale o meteré mi mano. Lo advertí, metes la mano, y al llegar a eso húmedo y pegajoso, lo jalas. Mierda, mis intestinos están fuera.
Creo que al final de todo no tenía nada tuyo. Sólo es esta sensación en mi pecho de algo que aún no termina de suceder. Esto se llama sentir.
Caminaba por los pasillos de su casa abandonada. Aguardaba que llegara ese varón que hace ya cinco años le había robado el suspiro, y ahora, bajo las nupcias obligatorias de 1920, debía declararse desposada con don Marín de la Zota Caballero. Ella era de esas mujeres características de la zona franca, de alto valor y singular belleza, era la promesa de todo el pueblo desde donde procedía. Para cuando celebró nupcias, sus años recién bordeaban los 13 y era la ejemplar niña tímida, pero curiosa. Martín de la Zota, un viejo de 35 años, con apariencia de 45 era robusto, de mirada dura pero de simpático corazón.
Ambos no se conocieron hasta el día del primer beso, frente a ese altar, que las monjas de la iglesia que le habían dicho, era sagrado. Camiel, como era conocida la muchacha, al contraer matrimonio, por asuntos de negocios, se fue a vivir a la ciudad más próxima, donde residía De la Zota hace ya 15 años.
Él procuró tener la casa más linda para ella, la hizo parecer un palacio, para que ella imaginara que aquellos cuentos de princesas y hechizos mágicos si existía, que ella era una princesa, y el su valiente príncipe. Ella no comprendía más allá de los hechos, y sólo vio una casa abandonada, por donde caminaría los próximos años de su vida.
Él no la obligó a intimar, sentía que era pequeña y que poco entendería de eso; pero claramente el atractivo de la niña era a veces más fuerte que sus nobles rasgos de caballero. Lentamente se fue aproximando más a ella para obtener su confianza. Y ella, inocente aún y desinteresada en todo gesto grotesco, accedió a ser su amiga, y luego algo más que la hizo cambiar en cuanto a su reacción frente a un varón. Él la fue seduciendo, y ella guiándose por la pura confianza, comenzó a sentir deseos de tenerlo muy cerca de sí, pero no entendía cómo.
Al pasar los meses, Martín ya era capaz de abrazarla, tocar su cuello y ya un par de veces, pero a escondidas, verla desvestirse tras una larga charla de príncipes que aman a sus princesas son sus manos en la piel. El cuerpo de Camiel cada día se transformaba más en la de una mujer, frágil aún y algo indefinida, pero con prominentes caderas y un "culaso" de los dioses.
Una tarde de otoño, Martin permanecía reclinado sobre su sillón, solitario y bebiendo una copa de algún tónico extraño. Él permanece siempre consciente de sus actos, y atento a si su querida doncella necesitara. De pronto desde la habitación del fondo, Camiel grita con terror. Martín corre a socorrerla, y al entrar a la pieza, ve a la chica en un rincón oscuro tapada con una sábana, llorando. Una rata permanecía en su cama, observándola de lejos. De la Zota, con un palo de gran magnitud, amenaza al animal, quien tras un lapso, es matado por el caballero. Luego él se dirige a ella y le pregunta si esta bien. Ella asustada lo abraza, con sus manos ensangrentadas y entre sollozos le dice que está sangrando desde hace algún rato, le explica que al parecer la rata, con sus patitas pequeñas ha entrado y le ha roto el adentro, y ahora no deja de sangrar, no le duele y tema que sea una infección. Él, alarmado, hace llamar a los mejores doctores del país para que vengan a aliviar sus dolencias, para ello envía emisarios de la mejor categoría para que los llevará allá en menos de un día.
Al ser revisada por los doctores, todos le confirman que no es enfermedad infecciosa, sino un mal que aqueja sólo a las mujeres desde los 13 años o más. Ellos la denominaron "menstruación". Ahora su mujer podrá concebir hijos en cuanto deje de sangrar. Él se asustó por unos momentos, pero luego su alma se llenó de felicidad y corriendo a su habitación, la abraza y besa, y le asegura que todo estará bien. Ella, un tanto débil por lo acaecido, se deja proteger.
Siete días después, la niña, ya hecha mujer, está con el mejor ánimo, y le ruega a Martín que la acompañe al río donde quiere bañarse, en ese momento algo extraño pasó por la mente de Martin, pensó de pronto que ese sería el lugar perfecto para consumar el matrimonio que aún estaba pendiente desde hace 9 meses.
Se marcharon al río Maha y allí la niña se comenzó a bañar, él la miró desde lejos, y observó como la ropa de la chica se fue transparentando en cuanto se mojaba, cada vez le parecía más atractiva la idea de hacerla suya, pero no. La llamó a la orilla y mirándola a los ojos, quiso explicarle sus intenciones. Quizás fue muy detallada su explicación, a ella primero le pareció repulsivo, pero luego, cuando él se apoyó sobre su pecho, algo le hizo besar sus labios, y llevar las manos de Martín a sus pechos. Ella le respondió que era su esposa y debía cumplir con aquello, ella aceptaba que entrara en su cuerpo, pero no quería llorar. De la Zota, entonces, subió sus delicados vestidos húmedos ya, en una maravillosa tarde de primavera, ya bordeando el verano. Bajo su ropa interior y la observó, tal cual la había visto a escondidas, desnuda, inmortal y bella. Él en una actitud ansiosa, se desvistió tan rápido como pudo, pero antes de abalanzarse sobre ella, la observó algo asustada. Se contuvo un momento, y siguió con el rito más cautivante para ella.
Sintió que sus piernas se abrieron en un ángulo que ella no conocía, y nerviosa, sintió el roce de otro cuerpo en su entrepierna. Sus labios se secaron, pestañeaba aceleradamente, mientras olía el cuerpo de Martín por primera vez, era un olor intenso, algo molesto. Estaba húmedo. Ella también se comenzó a humedecer, de miedo, de susto, o quizás de excitación.
De pronto sintió un fuerte dolor, que la hizo llorar, un movimiento que sólo causaba desgarros, mientras la humedad de su cuerpo aumentaba, más no así la de su inferior. Algo sentía que la hería, mientras él trataba de comunicarse con ella preguntándole si estaba bien. Ella nunca lo escucho, cuando sintió una punzada dentro y un fluido extraño, desde sus manos, lanzo un fuerte empujón a Martín, y con una piedra que se encontraba cerca, golpeó su cabeza y lo aturdió hasta que su cara quedó manchada de sangre y prácticamente irreconocible. Al ver lo pasado, arrancó del lugar, y rondo la zona durante semanas. En la casa los emisarios fueron en busca de la pareja pero jamás los encontraron, así que desocuparon el lugar y se fueron a probar suerte.
Para cuando perdió el conteo de los días, su panza estaba hinchada, y una contracción le anunció la llegada de algo que ella no quería ver. En su limitación llegó a esa casona abandonada, y dio a luz a un niño, que al verlo, lleno de sangre, como al ratón de la cama que tanto miedo y mal le había causado, decidió darle muerte con un palo, y prender fuego. Los restos que quedaron tirados fuera de la puerta de la casa.
Caminó por los pasillos de esa casa abandonada, sin en más mínimo detalle de luz, esperando que De la Zota llegara, luego de lavarse la cara llena de sangre. Nunca llegó Martin.