Dos personas que cruzan una misma avenida. Una tenía piel de cristal, de hielo, de azúcar. La otra parecía de vegetales, como una cebolla. Por coincidencia ese día de sueños y carencia de realidad, ellos pasaron por la misma avenida, a la misma hora donde el sol pegaba fuerte.
Quizás fue su felicidad de llevar a otros lugares, o tal vez el calor de verano lo que hizo que se vieran en un apretón de años, y de escuálidos tiempos. Creo que sus existencias le dieron al momento algo especial, algo misterioso y atrayente. Ya no hizo frío.
Primero uno se destruyó con sus sueños, luego otro se declaró incrédulo. Quizás se engañaron al intentar amistades puras. Hubo una chispa diferente en ese abrazo que los uniría en sus propios mundos, un puente singular.
No bastaron más de dos días para que el contacto salival surtiera efecto. Y así secretos y fugaces encuentros se suscitaron uno tras otro, secretos hasta para ellos mismos, pero no para quienes los rodeaban, desconocidos que contemplaron su amanecer. Y así llego el día que se conocieron en impulsos e instintos, y desde entonces hay caminos de diferente bandejón.
Y mientras uno se mata con ganas de vivir, otro se cuelga de cambios estables de ánimo.
Se hacen bien, sólo se que se quieren mucho y se hacen muy bien..
miércoles, diciembre 2
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