Acertijos. Completos y rodeados de estrellas. Constelaciones inmensas donde lo natural se pierde entre tanta maravilla corriente y cotidiana. E inmersos en ellas se rodea de brillos y líneas platinadas con un dejo de melancolía del tiempo. Y a veces las historias antiguas intentan volver con tanta fuerza que crees te hacen débiles, y que regresaran y todo se repetirá; pero hay un lazo. Una nueva constelación naciendo, formado brillos y fulgores de donde se supone se creía un lugar desierto de dulzor, de encuentros fugases y de miradas lentas y pausadas constantemente.
Se niega lo que se tiene solo por temor, ó ¿Hay algo más que nos oculta no mas recóndito del corazón? Se niega y posterga lo que se puede lograr. Deja de ver más allá de los horizontes por miedo a perder, a no ser igualado, al no ser quizás reciproco, y allí, con el tiempo se deja perder entre las nubes del tiempo y de constantes dimes y diretes que todo es una especulación, un engaño absurdo de lo que llamamos reloj humano. Toda una angosta mentira de cambios, y dejamos de lado lo que nos podría salvar. Hay miedo, a ver, sentir, creer, respirar, oler, saborear, tocar, pensar, soñar, ilusionar, ganar o perder, a no olvidar, a recordar, a volver a creer, a vivir y no sobrevivir.
Como ella estaba en un café de Francia, otros seguían su mismo camino en los diferentes lugares donde les tocó vivir, siempre soñando con salvar al otro en el anonimato, o jugando a ser bandido. Así mismo ella se fijaba en los duendes de la casa de su padre, mientras los otros, seguían mirando la luna y las estrellas, constelaciones. Y así como ella soñó, otros no lo hicieron. Y la historia no siempre tuvo ese final feliz, al más puro estilo Amelie.
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