“Una caída y tus ojos, dos rivales de ilusión, por una sola imagen, sintiendo en un mismo corazón.”
El verano se hace intenso en los últimos días de febrero, como si el calor temiera desaparecer para siempre, y no ser mas que un recuerdo grato para la gente. – Debe ser difícil ser calor- me dije, pensando minutos antes de salir a colación en mi trabajo. –Debe ser difícil ser calor, que te odie por un tiempo, y luego que te pidan como si fuese un tesoro- Y es que así es. Durante enero, muchos dicen “ufff, este calor infernal cuándo se irá”, pasa el tiempo, llega el invierno en su temporada mas cruda, y ahí estamos nosotros diciendo “quiero que llegue el verano, para que haya calorcito, que mucha falta nos hace”.
Cuando el reloj dio las 1:32 minutos, me levante de mi asiento y avisé por teléfono que iría a almorzar. Soy la secretaria que cualquier jefe le gustaría tener: Linda presencia, carisma, responsable, ordenada, comprometida y seria. Nunca he accedido a las ofertas de mi jefe, y creo que comprendió el mensaje que no me involucrare, eso creo que hace más cómodo mi trabajo. Además, tengo un sueldo bastante bueno, y un horario cada vez más flexible. Por primera vez, no fui a almorzar como de costumbre al restaurante de Seminario, llamado La Máquina. Hoy me compré un completo en un local que no me aprendí el nombre, y que esta por Rancagua. Caminé dos cuadras y llegue al Parque Bustamante donde me senté a comer. Uno, dos, tres, cuatro mordiscos, y el completo ya se acababa. Fue ese momento donde me vi interrumpida por un joven no más alto que yo, pidiéndome un cigarro. –Disculpa pero no tengo, ¿te sirven 50 pesos?- le dije. Y agitó su cabeza afirmándome. Tomó la moneda y se fue al kiosco de la esquina. Desde mi asiento lo vi encender el cigarrillo, botar el primer humo, y entregarle el encendedor a la señora que vendía, quién se lo presto antes.
Se acercó nuevamente, y me dio el vuelto. –Gracias…- me dijo, esperando respuesta – Catalina- dije en replica- Gracias Catalina- me volvió a decir, con un sonrisa.- ¿Me puedo sentar junto a ti?- continuo, si esperar respuesta se sentó.
-Sabes, soy como el frío- me dijo con tono irónico- Soy como el frío de invierno, ese que desagrada, que molesta, pero que a veces se hace tan necesario- continuó diciendo. Por fin me terminé el completo, y esta charla se pone interesante.
El verano se hace intenso en los últimos días de febrero, como si el calor temiera desaparecer para siempre, y no ser mas que un recuerdo grato para la gente. – Debe ser difícil ser calor- me dije, pensando minutos antes de salir a colación en mi trabajo. –Debe ser difícil ser calor, que te odie por un tiempo, y luego que te pidan como si fuese un tesoro- Y es que así es. Durante enero, muchos dicen “ufff, este calor infernal cuándo se irá”, pasa el tiempo, llega el invierno en su temporada mas cruda, y ahí estamos nosotros diciendo “quiero que llegue el verano, para que haya calorcito, que mucha falta nos hace”.
Cuando el reloj dio las 1:32 minutos, me levante de mi asiento y avisé por teléfono que iría a almorzar. Soy la secretaria que cualquier jefe le gustaría tener: Linda presencia, carisma, responsable, ordenada, comprometida y seria. Nunca he accedido a las ofertas de mi jefe, y creo que comprendió el mensaje que no me involucrare, eso creo que hace más cómodo mi trabajo. Además, tengo un sueldo bastante bueno, y un horario cada vez más flexible. Por primera vez, no fui a almorzar como de costumbre al restaurante de Seminario, llamado La Máquina. Hoy me compré un completo en un local que no me aprendí el nombre, y que esta por Rancagua. Caminé dos cuadras y llegue al Parque Bustamante donde me senté a comer. Uno, dos, tres, cuatro mordiscos, y el completo ya se acababa. Fue ese momento donde me vi interrumpida por un joven no más alto que yo, pidiéndome un cigarro. –Disculpa pero no tengo, ¿te sirven 50 pesos?- le dije. Y agitó su cabeza afirmándome. Tomó la moneda y se fue al kiosco de la esquina. Desde mi asiento lo vi encender el cigarrillo, botar el primer humo, y entregarle el encendedor a la señora que vendía, quién se lo presto antes.
Se acercó nuevamente, y me dio el vuelto. –Gracias…- me dijo, esperando respuesta – Catalina- dije en replica- Gracias Catalina- me volvió a decir, con un sonrisa.- ¿Me puedo sentar junto a ti?- continuo, si esperar respuesta se sentó.
-Sabes, soy como el frío- me dijo con tono irónico- Soy como el frío de invierno, ese que desagrada, que molesta, pero que a veces se hace tan necesario- continuó diciendo. Por fin me terminé el completo, y esta charla se pone interesante.
1 comentario:
Se me hace tan familiar la situacion, no con ese dialogo, pero se me hace familiar. Y a veces esa gente "pesada" no termina siendo muy agradable que digamos.
Se pone interesante la cosa. QUiero ver que tal es su continuacion. Espero que no haga como con el texto anterior ¬¬, que me lo corto ahi tan lindo, y nunk pude saber el final!!!
Ute numas hace ese tipo de cosas, y encima todavia no recibo la copia de libro, ese cual ute procreo =P
Nada manis...
Creo que si SABE que la AMO!!!
No soy la mejor personita escribiendo comentarios, pero hago mis intentos.
Tamos chateando.
Cambio y juera... pjjjjjjjjj
Publicar un comentario