lunes, diciembre 24

Metro Navideño.

Fueron las manos más pequeñas que, ese día, tocaron la barra del Metro. A su lado, unos ojos saltones que buscaban alguna sorpresa para el día, alguna novedad.  Sin embargo muchos olvidaron el color destellante que brillaba entre sus maletines, chaquetas y bolsos navideños.

Eran las 7:30 am, en Metro Estación Baquedano. Desde el vagón en dirección Los Dominicos, estaba Marisol, la asesora del hogar, que tenía que cumplir con su horario en una de las cuantas casas de Las Condes. Junto a Marisol, iba su hijo Matías, de cinco años, y que ese día comenzaba su primer día de vacaciones de verano.  De forma ocasional, la "patrona" de la casa, le dio permiso a Marisol, para que llevara a Matías, hasta que la asesora del hogar encontrar un lugar donde dejar a su hijo, entre las 7 y las 19 hrs.

Estaban próximos a subir al vagón, cuando un mar de gente subió de nivel, como cuando un Tsunami hace de las suyas, y se llevó consigo a la madre y al pequeño niño, que entre piernas, brazos y bolsos,  se  lograron afirmar de una barra, mientras los golpes adormecían su cuerpo, hasta parecer de algodón.  La madre le recordó en no soltarse de la barra y mucho menos alejarse, y él obedeció.

Cuando el vagón llegó a la estación Tobalaba, el mar se recogió como si preparara otra ola impetuosa de bolsos y gente, en ese tumulto, Matías se soltó y perdió el rastro de su madre.  Ninguno de los dos se dio cuenta, hasta que se encontraron  en vagones distintos, sin la mirada del otro.
Marisol olvidó por unos minutos que ese día era distinto, que ha su lado viajaba Matías, así que dejó pasar el momento como si nada hubiese ocurrido.  Sin embargo, Matías estaba en la estación Tobalaba, buscando a su mamá, cuando vino el siguiente carro, y entró como un pequeño muñeco de trapo, y quedó aplastado entre piernas, brazos, bolsos y paquetes navideños.  Nadie reparó en ese momento que había un niño entre el tumulto. Jamás nadie vio al niño de cinco años que ese día, salió con su mamá, para hacerle compañía en el trabajo.  Nadie percibió ni sus miradas y su suavecita voz. Y mucho menos notaron cuando pidió delicadamente un espacio para respirar, hasta que, cuando le faltó el aire y se desplomó, un viejo canoso y de cara enojada, lo vio y pidió auxilio.

Lo sacaron en andas, pero el niño no respondía. Comenzó con convulsiones y finalmente quedó inconsciente. Para entonces, la ambulancia aún no llegaba.   Marisol por otra parte buscaba a su hijo en el vagón, hasta que finalmente bajo y comenzó a consultar en boletería.  Tuvo que avisar que llegaría tarde al trabajo, porque su hijo no aparecía.

15 minutos después, llegó el SAPU, y tomaron al menor rápidamente para dejarlo en observación. Para cuando llegó Marisol, la luz de Matías ya se había ido.   Marisol, se quedó con el regalo para Matías en la cartera.

Triatlón

 Mi cerebro está a punto de estallar. Me apresuro por ganar la carrera pero no me sé el camino.  Me alientan a llegar a la meta pero mis pas...