Los peces nadaban sobre mi cabeza, y los pájaros se sumergían en los roqueríos con forma de cama. Las olas parecen que solo fueran de espuma y el agua es simplemente seca, está todo fuera de órbita. Marea brava y me desbordo, caigo pero en suspensión, quedo elevada y floto, giro y giro, giro, giro, giro, y se pierden las nubes, el mar, los roqueríos; los peces giran a mi alrededor y yo sigo girando, sin poder moverme, sin respirar, sin dejar de verme desde lejos como me perdía en el torbellino.
Me trague los peces, el mar, las rocas, las nubes y las vomité como nunca antes, fue de color sangre y petróleo. Con el vómito se me cayó la piel de mis manos y mi cuello se desgarró. Todo mi cuerpo comenzó a entrar dentro de mi cuello, hacia mi cerebro y mis ojos vieron todo desde afuera, colgando como aros largos y regordetes, húmedos.
Me trague también uno de los remos, esas hojas viejas, donde venía una historia de una mujer que se perdió en el mar de su pieza, y se perdió en el Triángulo de las Vermudas. Quizás era alienígena, o más sabia. Era Sabia.