Hoy quiero salvar Santiago.

Hoy, mientras miraba el oscuro cielo (por smog) me puse a pensar.

¿Qué puedo hacer para que el aire esté limpio, para un cielo más azul?

Pues bien, nada pasaba por mi cabeza. Luego, pensé.

¿Qué otra energía existe, o que otra energía se podría transformar?

Y, pues bien. No logré nada.

¿Que método existe para que el dióxido de carbono, ese que todos eliminamos, y que los autos y micros, colectivos, todo lo vomitan con ganas sirva de energía para nuestra ciudad, Santiago de Chile?

Pensé, y no paré de pensar hasta que la respuesta se vino sola hacia mi mente.

Debo crear una máquina que absorba el dióxido de carbono, y que de alguna forma trasforme aquello tan dañino en energía.

¿Qué reacción química debo lograr para que tales efectos ocurran?

Las plantas, si. Esa era la respuesta que buscaba hace mucho tiempo y que nadie la supo dar.

¿Cómo una planta logra transformar el dióxido de carbono en una energía tal, que la haga crecer tanto como un álamo, o un roble?

A través de Fotosíntesis, proceso natural de la flora.

Pero, ¿Cómo puedo lograr que una máquina haga proceso de fotosíntesis, y que ello pueda alimentar a una ciudad con energía?

Debo relacionar una energía con otra. El sol, el calor, la energía solar.

¿Pero ambas se conectan a través del agua?

Si, ambas trabajan junto con el agua para lograr que una planta crezca.

Combinemos ambas cosas y alimentemos a una ciudad con energía pura.

Pero ¿Qué pasará cuando no haya sol? ¿Cómo una planta puede seguir creciendo en invierno sin el sol que la ilumine?

Pues, si alguien me puede ayudar a salvar el mundo, le estaré eternamente agradecida.

Quizás no salvaremos al planeta con una máquina. Pero siempre se debe intentar y quizás mañana todo sea más bello.

Por lo menos acá en Santiago de Chile, que así sea.